Prensa En el Recinto. Por Facundo Odasso. Redacción En el Recinto. En el super, la cajera dice que el total de la cuenta suma $37.450 pesos. La mujer, docente (su guardapolvo colgado de un brazo, y una mochila con dibujos hechos con temperas de colores la delatan), contó su dinero, y, al ver que no llegaba, con cierto decoro y timidez en su voz, respondió: “¡Ay! ¡Qué vergüenza! ¿Podría sacar la yerba y el pote de crema por favor?”
“Mi querida Fabiola convocó a una reunión con sus amigos y un brindis que no debió haberse hecho y que lamento que haya ocurrido, claramente lo lamento”, se excusó el entonces presidente Alberto Fernández. No menciono la palabra vergüenza.
El hombre entró al café, con la mirada fija en el suelo, se dirigió directamente a la caja, donde estaba el encargado. Con la voz entrecortada, dijo: “Perdón que te moleste, estoy buscando trabajo. ¡Antes trabajaba en una fábrica, pero cerró! ¿Puedo dejarte mis datos? Puedo hacer cualquier trabajo aquí, ¡lo que necesiten!”. El encargado tomó nota de su nombre completo y su número de celular. El hombre volvió sobre sus pasos, con ritmo apurado, con la cabeza gacha, escapando de las posibles miradas.
“Yo no voy a prestarme a este juego que plantea Grabois”, respondió Espert ante la insistente pregunta por el dinero transferido por un acusado de narcotráfico. Días después, en un video subido a las redes sociales, admitió haber recibió un pago de una empresa perteneciente a dicho acusado. En ningún momento de la entrevista o del video pidió perdón o mostró signos de vergüenza.
Vinculada al latín verecundia, la palabra vergüenza tiene su origen etimológico conectado a las ideas de prudencia, y cautela. Es decir, en su acepción original, la vergüenza moderaba la conducta, era una inhibición a quebrantar las pautas morales, un autocontrol, un freno a la desmesura y el exceso, un temor reverencial a las normas instituidas.
Con el transcurrir de la historia, esta interpretación casi virtuosa de la noción de vergüenza adquirió un fuerte tamiz culposo, vinculada al pudor, arrepentimiento, una carga emocionalmente negativa con uno mismo, relacionada con la inobservancia de los preceptos religiosos o el incumplimiento de las expectativas de los mandatos sociales impuestos.
La vergüenza es, ante todo, ante los otros. En el libro El ser y la Nada (1943), Jean Paul Sartre aborda la vergüenza como una experiencia intersubjetiva, sentida en carne propia, que surge al estar expuestos frente a los otros, es la incomodidad que la mirada del otro genera en mí: “Tengo vergüenza de mí, pero tal como aparezco ante el otro… Acabo de hacer un gesto torpe o vulgar: ese gesto se pega a mí, no lo juzgo ni lo lamento… Mas he aquí que levanto repentinamente la mirada: alguien, -que estaba allí, me ha visto. Advierto de golpe la vulgaridad de mi gesto, y me avergüenzo”.
Sartre asocia la vergüenza y la libertad a partir de la tensión existencial de confrontar nuestras acciones al examen del otro: nos constituimos con los otros y, por ello, el sentimiento de vergüenza indica que nuestra libertad está siempre restringida por el juicio de valor del otro. No puedo actuar libremente, hacer lo que deseo, disponer de lo que se me antoja, porque la mirada del otro me califica, me examina, y me avergüenza.
La vergüenza es un sentimiento común que aparece en todas las personas ante la pérdida del empleo o la escasa remuneración que se tiene por él. Refuerza la sensación de fracaso, de frustración, de no estar a la altura de lo que la sociedad espera de mí, y por ello, de no ser valorado por el otro. Eso demuestra la importancia que tiene el trabajo y la remuneración en la formación de la identidad y autoestima personal.
La sinvergüenza (carecer de vergüenza) es la falta de pudor o culpa. Es un término de marcada carga negativa, que se relaciona con la sensación de impunidad por sentirse superior al resto. Es el proceder libremente contra las reglas, sabiéndose exento de cualquier castigo o penalidad. Es cinismo, es actuar con desprecio por los valores morales que propician la armonía en la vida en sociedad.
Las peleas con niños autistas por las redes sociales no son causa de vergüenza. Insultar a periodistas, artistas y opositores, no son causa de vergüenza. Excusarse, culpar a otro, deslindarse, decir y contradecirse frente a denuncias de corrupción, no son causa de vergüenza. Adelantarse en el turno de la vacuna, utilizar fondos públicos para viajes no oficiales (o ar aviones de narcotraficantes) no son causa de vergüenza en Argentina.
Curiosa forma de operar tiene la vergüenza en Argentina. Donde son innumerables las acciones que no son causa de vergüenza, que carecen de penalidad social, y que, por ello, dan libertad de hacer para algunos. Curiosa forma de operar tiene la vergüenza en Argentina, donde no hay vergüenza en no tener vergüenza.
Autor: Facundo Odasso. Profesor Superior Universitario (UCA sede Rosario), Licenciado en Ciencia Política (UNR) y Diplomado en Gestión Pública por la Universidad Católica de Córdoba.
Fuente: Perfil.com


























